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Lava Jato, que llegó al Perú hace precisamente un año, puede tener efectos devastadores en el escenario político.

Los años terminados en 8 no tienen buena fama en el Perú. El 2018 hubiera podido ser distinto, gracias a un entorno internacional favorable y a la esperada recuperación de la inversión en proyectos de infraestructura y minería. Sin embargo, factores extraeconómicos –el intento de vacancia, la secuencia de Lava Jato y la nueva configuración política posindulto– han generado un escenario de riesgo político que puede tener un impacto muy negativo sobre la economía. 

1968 fue el año del golpe militar del general Juan Velasco, quien instauró una dictadura que se mantuvo 12 años en el poder (los últimos cinco bajo la presidencia del general Francisco Morales Bermúdez). El de Velasco fue un gobierno nefasto y abusivo en varios aspectos: restringió las libertades ciudadanas y confiscó todos los diarios y canales de TV, deportó a opositores por el solo hecho de pensar distinto, generó un controlismo asfixiante, endeudó irresponsablemente al país, creó decenas de empresas públicas ineficientes y promovió una industria poco competitiva. Este 2018 se cumplirán 50 años de ese golpe, una fecha significativa para reflexionar sobre el legado de esa dictadura, sobre todo de algunos mitos benévolos que aún sobreviven. 

1978 fue el año en que empezamos a pagar la factura de ese desastre económico. Los desequilibrios engendrados en 10 años de dictadura resultaron en una tasa de inflación de 58% –iniciando una inflación crónica que no amainó en los siguientes 15 años–, una depreciación de nuestra moneda de casi 90% y una contracción de 2,6% en el PBI.  

1988 marcó el inicio de la peor crisis de la posguerra del Pacífico, producto del irresponsable manejo de la economía por el primer gobierno del presidente Alan García. La tasa de inflación anual fue de 667%, marcando el inicio de una de las hiperinflaciones más largas de la historia mundial. El PBI cayó en casi 10%. 

En 1998, el Perú sufrió el impacto de dos factores exógenos, ambos iniciados el año anterior: la crisis financiera asiática y rusa, y el fenómeno de El Niño, que encontraron a un sector empresarial sobreendeudado y un sistema bancario insuficientemente capitalizado. El número de bancos pasó de 25 en 1998 a 15 en el 2000. La economía, que había crecido a un promedio anual de más de 7% entre 1994 y 1997, lo hizo en apenas 1,3% entre 1998 y el 2000. 

En el 2008 se inició la mayor crisis financiera mundial desde 1929. El Perú creció solo 1% en el 2009, aunque la solidez de los fundamentos de nuestra economía le permitió un rebote de 9% el año siguiente.  

Todo apuntaba a que en el 2018 la economía peruana rompería ese maleficio. Contaba, para ello, con un contexto internacional favorable –el mejor desde el 2013– y la recuperación de la inversión pública y privada. Crecer a 3,5% o incluso a 4,0% hubiera sido factible en un escenario normal. Pero actualmente no enfrentamos un escenario normal.  

Lava Jato, que llegó al Perú hace precisamente un año, puede tener efectos devastadores en el escenario político. Las declaraciones de Jorge Barata a la fiscalía se iniciarían en algún momento del verano. No sabemos cuándo y en qué forma lo hará, ni quiénes de los hasta ahora sobrevivientes del elenco estable de la política nacional serán afectados. Pero su impacto puede ser de consideración.  

En segundo lugar, aún se desconocen las consecuencias políticas últimas del indulto. El presidente Kuczynski ha perdido el apoyo del sector antifujimorista, que tiene una presencia importante en medios y redes sociales, y que cuenta con capacidad de movilización. El peso relativo de ese sector en el Congreso, en cambio, es menor. Incluso, parte de ese sector no comulga con las ideas básicas de políticas públicas del Gobierno. La gran incógnita es lo que sucederá en Fuerza Popular, esto es, el rol que quiera o pueda jugar Alberto Fujimori, cómo se reconfigurarán las tendencias a su interior, si habrá una escisión o, de mantenerse unidos, qué actitud tomarán frente al Gobierno: si persistirán en la beligerancia pasada o si, más bien, pasarán a una posición menos confrontacional. Esta última podría haber sido la apuesta del presidente y, si le resultara favorable, el escenario político de los siguientes meses podría resultarle más alentador que el que se vislumbraba luego de sobrevivir al intento de vacancia. 

Queda finalmente la interrogante acerca de cuánta capacidad de gestión, convocatoria de funcionarios y negociación podrá desplegar un gobierno que ha pasado, en menos de un año, por el trance de varias renuncias de ministros forzadas por la oposición, la censura de un gabinete, el intento de vacancia y la polémica decisión del indulto de Alberto Fujimori.

Fecha: 04 enero 2018 | Fuente: El Comercio

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