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Jorge Medina, Consultor

La legitimidad de los gobiernos e instituciones – públicas y privadas– descansa en la confianza que les otorga la ciudadanía. La corrupción –incluso la percepción sobre ella– erosiona tal confianza. Por eso preocupa que los candidatos a la presidencia de la República no definan programas concretos para combatirla frontalmente. Pero preocupa aún más que la academia, los gremios empresariales y la sociedad civil toleremos tal omisión. Y resulta ya no preocupante sino cómplice que aceptemos que cuatro de los seis primeros candidatos en los sondeos tengan procesos de investigación por corrupción. Somos el principal productor de cocaína del mundo, aquí operan poderosos cárteles mexicanos. La falta de trasparencia en el financiamiento a la política agrava la situación. Pero nada de esto es nuevo. Ha ocurrido frente a nuestras narices en una década en la que el PBI creció a más del 6% y nos engañábamos creyendo que el camino al primer mundo ya estaba escrito y nadie nos paraba. Pero la triste realidad es que aquel periodo de ‘estabilidad’ política e institucional fue una farsa, porque ahora que la economía de China declina, que los precios de los minerales caen, que el sol pierde valor y que el fenómeno de El Niño nos amenaza salen a relucir un conjunto de problemas estructurales que subyacen a la economía y que no vimos antes o –lo que es peor– que no quisimos ver y que nunca hemos discutido en serio antes de las elecciones. Ese es el caso de la corrupción. ¿Algún candidato ha señalado cómo enfrentará este problema, cuyo impacto negativo se estima en 4% a 5% del PBI? ¿Nos han dicho qué políticas, instrumentos y alianzas (Estado-empresa-sociedad) creen que serán necesarios para combatir este flagelo que, según el Banco Mundial, aumenta en 10% el costo de hacer empresa? ¿Alguien ha planteado alguna estrategia para mitigar el efecto multidimensional de la corrupción, que 4 de cada 10 empresarios consideran como un serio escollo para el desarrollo según un estudio de sostenibilidad corporativa del Pacto Mundial? No enfrentar el problema desde sus raíces, con una visión de largo plazo, dañará no solo el crecimiento del Perú, sino la posibilidad de ser un Estado viable. El hecho de que en los índices de institucionalidad, credibilidad de los políticos y sistema de justicia del Foro Económico Mundial figuremos en el mismo nivel de países africanos pobres debería hacernos reflexionar. Cierto es que ningún gobierno está vacunado contra la corrupción, pero para eso deben existir instituciones sólidas que persigan a sus implicados y promotores. Y lo más importante es que el ciudadano sepa y confíe que será así. Las investigaciones de Lava Jato –el grave caso de corrupción en el Gobierno Brasileño, al que se acusa de estar involucrado en una red de sobornos millonarios vinculados con empresas privadas a través de la estatal Petrobras– nos muestra un proceso liderado por el Ministerio de Justicia Federal –al que los brasileños consideran la última reserva moral de su país– en el que ya se han producido siete condenas, 28 acusaciones y más de 500 procesados. Si un caso como Lava Jato ocurriera en el Perú, ¿estaría usted tan confiado de la independencia de nuestros aparatos de justicia como lo están los brasileños? Si su respuesta es no, ¿cree que tenemos el imperativo moral de asumir un compromiso visible y activo para reforzar la transparencia en nuestro país?

Fecha: 26 agosto 2015 | Fuente: El Comercio

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