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Por: Gonzalo Portocarrero, Sociólogo

En las últimas semanas, la corrupción ha (re)emergido como el gran problema peruano. Y no solo de esta tierra sino también de toda América Latina y de muchas otras partes del mundo. Además, a la luz de nuestra realidad, estamos aprendiendo que la dinámica de la corrupción es mucho más compleja de lo imaginado y que sus consecuencias son bastante más serias de lo que parecen.

Por el lado de la complejidad, resulta que la corrupción es un modus operandi donde la iniciativa está, básicamente, en el corruptor que tiene ya una gran experiencia en el uso del soborno para ganar licitaciones o lograr adendas sin tener los méritos que lo justifiquen. En el caso de Alejandro Toledo, solo hizo falta que expresara su deseo por una coima para que la empresa Odebrecht abriera unas negociaciones que llevaron a disminuir drásticamente el monto de la ilegal comisión. Pero el daño peor puede provenir de una asignación de recursos distorsionada, aquella que lleva a priorizar la inversión que teniendo menos urgencia puede llevar a más ganancias. Este es el caso de Toledo y la carretera Interoceánica, el entonces presidente estuvo dispuesto a entregar la construcción a Odebrecht en tanto las comisiones serían mucho más considerables en este proyecto que en otros. Se ha mencionado muchas veces que la prolongación de la autopista Ramiro Prialé tiene una mayor utilidad y un menor costo. El proyecto que empezó con un presupuesto de US$1.000 millones terminó costando cerca de US$4.000 millones. Esto significa que Toledo estuvo dispuesto a que el Estado pagara US$3.000 millones de más, en tanto él obtuviera su coima de US$20 millones.

 

¿Quién es más censurable, la autoridad que busca y recibe la coima, o la empresa que ha hecho de los pagos ilegales el puntal de su política? Es indudable que los perjuicios que produce Odebrecht son mucho más significativos. No solo por la enorme cantidad de dinero defraudada, sino por la herida a la autoestima del país. Con la complicidad de nuestro ex presidente nos han robado sin compasión. Duele saber, por ejemplo, que la empresa constructora ha cobrado US$77 millones por construir cuatro casetas de peaje. Esta sobrevaloración desmesurada implica la pérdida de respeto de la capacidad de control del Estado y el desinterés por la ciudadanía peruana. Pero el ex presidente tiene una gran responsabilidad. Toledo ha preferido embolsarse US$20 millones para su propia economía a que el país economice US$3.000 millones, que resultan de una supervisión ajustada a la realidad de los gastos.

La situación demuestra cuánto dependen entre sí la corrupción y el cinismo. Una de las bases de la corrupción es el cinismo. La cara dura, imperturbable, esgrimida justo en el momento en que se está faltando a la verdad, revela a un actor consumado que pretende engañar a su audiencia. Toledo es muy mentiroso, no es novedad, lo sabemos hace tiempo. Pero aun así sorprende la contumacia de su falsía. Repite sus mentiras, y se hace el ofendido y hasta agrede cuando no logra convencer a su interlocutor. ¿Qué efectos tiene sobre la sociedad la proliferación de mentirosos? ¿Y de los cínicos que mienten y se reafirman en sus mentiras? El cinismo desafiante desmoraliza a la ciudadanía, pues hace visible que a través de perseverar en la mentira se puede lograr realizar los propios sueños aunque sean ilegales y de funestas consecuencias sociales. Felizmente, no por lo ocurrido en el Perú, pero sí por los acontecimientos en Brasil, esta vez el cinismo corrupto ha sido denunciado. Esta vez no funcionará. Y la sanción que reciba Toledo será una lección para la gente como él a la vez que una lección para las mayorías.

Ofenderse cuando se es desenmascarado es como agredir a quien hemos golpeado. Ver al ex presidente en esa lid puede resultar indignante o penoso. Pero creo que más allá de la compasión que nos puede producir su caída, tenemos todo el derecho de sentir que algo mejorará en nuestro país. El Perú puede empezar a vivir otra etapa en su vida republicana. Respeto de la ley y retroceso del cinismo.

Fecha: 15 febrero 2017 | Fuente: El Comercio

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