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Por Kurt Burneo, Profesor Investigador de Centrum Católica

Es lugar común referenciar el crecimiento inclusivo como ideal de la política macroeconómica de corto plazo, esto además de lograr que el PBI efectivo oscile alrededor del producto potencial. 

Probablemente sean las dos principales preocupaciones en cuanto al nivel de actividad económica en el día a día para el MEF… En esta nota trataré de explicar qué significa que el crecimiento sea inclusivo desde una de sus perspectivas: la laboral.

La demanda de empleo (a cargo de las empresas) depende no solo de la evolución sino también de la composición sectorial de la actividad económica; como referencia veamos lo sucedido en agosto último: mientras que la economía creció 5.52%, el empleo solo lo hizo en 0.6%; si consideramos que promedialmente cada punto de aumento del PBI implica 0.4 puntos de aumento en el empleo, este debería haber crecido en alrededor del 2.2%.

La explicación va por el lado de que el crecimiento hoy está basado en sectores como minería, hidrocarburos, así como pesca, que o son poco intensivos en mano de obra o demandan empleo eventual, en tanto sectores intensivos en mano de obra como industria y construcción no solo no crecen sino incluso se contraen. 

Al margen del poco dinamismo de la demanda laboral, estructuralmente hay una circularidad perversa que sostiene una secular demanda de empleo de baja calidad: empresas con baja productividad por inexistente innovación, sin economías de escala, poco diversificadas con productos poco incorporantes de conocimiento y, principalmente, informales; factores que en movimiento recursivo garantizan una demanda de empleo intermitente y de baja calidad.

¿Pero qué tan lejos estamos de estándares extranjeros? De acuerdo a Casell y Araujo (2015), la productividad laboral de un trabajador peruano es un 25% respecto a la del trabajador norteamericano, uno de los menores incluso al interior de los países de la Alianza del Pacífico: Chile (36%), Colombia (23%) y México (35%); esta es la mala noticia. La buena es que el potencial de expansión de la producción en nuestro país sería mayor que el resto de países en la región. 

Si se lograse incorporar la productividad gringa, la nuestra alcanzaría a un 65% de la productividad laboral en EE.UU. Haciendo lo mismo, Chile alcanzaría 58%, Colombia 54% y México 44%. Pero ojo, consideremos que detrás de nuestros números se esconde una gran heterogeneidad, puesto que, si vemos estos desagregadamente, el problema se complica. El 89.1% de empresas en el Perú son mypes cuya productividad laboral es la mitad de la que exhibe una gran empresa. 

Pero los determinantes del empleo de calidad ¿son solo económicos? 

Desafortunadamente, no. Factores legales también reducen el coeficiente de elasticidad empleo producto. El Perú, de acuerdo al WEF, ocupa el noveno lugar en el ranking de países con peores condiciones para contratar y despedir trabajadores; adicionalmente, hoy una misma contingencia laboral judicialmente se resuelve de manera distinta, todos estos aspectos reducen el efecto macro de arrastre sobre el empleo; en suma, el llamado crecimiento inclusivo no solo es un asunto de economistas, los juristas también tienen mucho que decir y resolver.

Fecha: 26 octubre 2016 | Fuente: Gestión

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