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Óscar RiveraPresidente de ASBANC

No dejo de escuchar a quienes hoy lideran el país –de diferentes tiendas políticas– lo importante que es poner el hombro para que el Perú crezca más que el año anterior. Sin embargo, me llama poderosamente la atención que estas mismas personas –a año y medio del cambio de gobierno– promuevan, incentiven o participen en discusiones poco productivas para el desarrollo del país. Los peruanos tenemos una meta concreta. Quisiéramos terminar el 2015 con un PBI mayor al 4% y un crecimiento en los créditos de más de 12% anual.

Que quede claro que para lograrlo es necesario que se cumplan tres requisitos: que el Congreso apruebe las medidas para seguir reactivando la economía (paquete de medidas que el Ministerio de Economía envió hace seis meses al Parlamento), que el ruido político –en el contexto electoral que estamos iniciando– no afecte la marcha económica del país y que se concreten los proyectos de inversión en infraestructura y minería, principalmente, que se ha programado iniciar este año.

Objetivos ambiciosos, que con el pasar del tiempo se alejan de nuestro horizonte. ¿Y qué estamos haciendo para alcanzarlos? No mucho. A medida que pasan las semanas, quienes tienen en sus manos las grandes decisiones o la habilidad para influir positivamente en nuestro futuro se ocupan más de los pequeños detalles de su alrededor y dejan las grandes decisiones –aquellas que nos llevarán a un crecimiento económico mayor al 3%– en el baúl del olvido.

La desaceleración económica no llegó de improviso, tuvimos tiempo para prepararnos y sin embargo ya ha pasado medio año y el paquete de propuestas legislativas para reducir el impacto de las nada auspiciosas condiciones económicas internacionales no termina de ponerse en vigencia. Un letargo en la toma de decisiones que, lamentablemente, ya se ha hecho recurrente entre los distintos estamentos del Estado.

Hoy percibimos que la prioridad no está en incentivar la inversión y el crecimiento de los sectores productivos, para que así menos peruanos se ubiquen bajo la línea de la pobreza. Todo lo contrario. Y es que pareciera que la definición de urgencia está más vinculada a la proyección personal mediática de los líderes de opinión del momento, antes que en el desarrollo del país. Todos los días escuchamos discusiones interminables –en todos los tonos y colores– sobre la probidad de tal o cual magistrado o el honor de tal o cual individuo, o si van o no van a las reuniones convocadas por el Gobierno, pero son pocos los que proponen o impulsan la gestación de normas o disposiciones que promuevan el desarrollo del Perú.

Pareciera que los esfuerzos positivos por el crecimiento del país no son suficientemente atractivos para promover los intereses particulares de nuestra clase política, pero me pregunto si quienes tienen, o pueden tener en breve, en sus manos los destinos del país están hoy más preocupados por lograr ubicarse en los espacios más atractivos de los medios de comunicación o realmente buscan sumar esfuerzos por el desarrollo del Perú.

Hoy quiero hacer pública mi preocupación sobre cómo va creciendo la atención en los temas mediáticos y disminuyendo en los estructurales. No solo porque me inquieta que el país no crezca al ritmo que debería hacerlo, sino porque estamos a año y medio de un cambio de gobierno, y esta práctica nada sana ya la hemos vivido antes y nos ha llevado, irremediablemente, a que la política y la coyuntura prevalezcan sobre la economía y el desarrollo sostenible. Las consecuencias no solo las asumen quienes toman malas decisiones o los peruanos de hoy, sino los futuros peruanos. No permitamos que el país se detenga en estos 16 meses que tenemos por delante. No cometamos los mismos errores. Estamos a tiempo de seguir creciendo.

Fecha: 19 marzo 2015 | Fuente: Gestión

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