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Ian Vásquez
Instituto Cato

En el mundo en desarrollo ha habido una explosión de escuelas privadas para los pobres. En los países pobres, un quinto de los alumnos de primaria ahora asiste a escuelas privadas según el Banco Mundial, cifra que seguro no tiene en cuenta muchas escuelas informales. Se estima que en Lima las escuelas privadas triplican a las estatales y las cuadruplican en Villa El Salvador. 

Este fenómeno está poniendo a los promotores de la educación estatal a la defensiva. Un ejemplo lo dio en estas páginas Hugo Ñopo, del Banco Interamericano de Desarrollo. El mercado, según él, falla al tratar de mejorar la educación. Los padres de familias pobres tienen baja capacidad de evaluar la calidad de las escuelas; no hay incentivos para hacer inversiones educativas necesarias de largo plazo; si los padres escogen una mala escuela, cuesta caro, etc.

La realidad, felizmente, está destruyendo esos prejuicios tradicionales, incluso entre un número creciente de expertos en el tema. Un libro pionero (“El árbol bello”) que pronto será publicado en español y estará disponible en Lima, documenta la brecha que empezó a encontrar el autor hace 15 años entre el consenso de los expertos y la manera en que se educan los pobres. El autor, James Tooley de la Universidad de Newcastle, dedicó años a sus investigaciones en las barriadas más pobres de la India y varios países africanos. Encontró que la mayoría de los alumnos asistían a escuelas privadas a pesar de la presencia de escuelas estatales. El desempeño escolar de esos niños era superior al de los alumnos en escuelas estatales, así como el de los maestros.

Tooley trata sin condescendencia a los padres de menores recursos y su trabajo implica que sus decisiones educativas son racionales y no mal informadas. Siguiendo a Tooley, otros estudios llegan a semejantes conclusiones. El año pasado, la agencia británica de ayuda externa publicó un estudio comprehensivo sobre el tema. Concluyó que “la enseñanza es mejor en escuelas privadas que en las estatales”, el rendimiento de los alumnos en escuelas privadas es superior al de los que estudian en escuelas estatales, y el costo de la educación privada es menor. Advirtió, además, que la regulación de escuelas privadas para los pobres en los países en desarrollo puede ser frecuentemente negativa al aplicarse arbitrariamente y fomentar la corrupción.

Las franquicias y las cadenas de escuelas privadas ya están invirtiendo. Bill Gates y Mark Zuckerberg (fundador de Facebook) están invirtiendo en una empresa que ya tiene 400 escuelas en África. Gregory Elacqua, de la Universidad Diego Portales en Chile, y sus colegas encontraron que el rendimiento de los alumnos en las franquicias educativas chilenas es superior. Parece que las franquicias tienen ventajas de escala que benefician a los estudiantes. La lógica del mercado también implica que la buena reputación de la marca es un buen negocio. Y dado que la base de clientes potenciales es mucho mayor, podría ser aun mejor negocio que el de los colegios privados de la élite. Y si se permite la competencia, suelen mejorar los estándares de otras escuelas independientes.

Ñopo argumenta que el mercado no asignará bien los recursos educativos dado que el esfuerzo del estudiante y su familia, así como otros condicionantes socioeconómicos complejos, impacta en la calidad de la educación. Pero esos condicionantes existen bajo cualquier sistema, por lo que la pregunta relevante sigue siendo ¿cuál de las opciones es mejor? La evidencia es cada vez más clara, pero por lo menos se debe permitir que la gente, aunque sea pobre, pueda escoger entre lo privado y lo estatal. Ya ha costado demasiado caro tratar de impedir la opción.

Fecha: 03 octubre 2015 | Fuente: El Comercio

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