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Por: Juan José Marthans, Economista del PAD – Escuela de Dirección de la Universidad de Piura

Los retos derivados del efecto Niño costero y el Caso Odebrecht han modificado significativamente las posibilidades de crecimiento de nuestra economía para el 2017 y 2018.

Para el presente año, por ejemplo, nuestro PBI debe crecer dentro de un rango de 2% y 3%. Más cercano al 2% si demostramos poca capacidad de gestión para salir del actual desastre; más cercano al 3% si disponemos de reflejos, orden y rapidez desde el inicio de la reconstrucción. Independientemente de la cifra con la que cierre el PBI, queda demostrado que no sabemos emplear los recursos que disponemos ni para resolver retos del corto plazo, ni para generarnos las condiciones para crecer sostenidamente en el largo plazo.

De allí, puentes colapsados por la corrupción y la escasa previsión; estrecha disponibilidad de reservas de agua potable; impactos desmedidos de inundaciones y huaicos; insuficiente logística para cubrir necesidades básicas de alimentos y salud de nuestros damnificados.

Entiéndase, el mayor desastre del Perú no está en los embates de la naturaleza, está en la incapacidad que han demostrado una sucesión de gobiernos y ministros de Economía para generar las condiciones que permitan minimizar su recurrente impacto. Visión país: cero.

Tres acciones a seguir. Primero, en lo que va del año, acelerar la reconstrucción y reubicación de la infraestructura, así como optimizar el apoyo activo a favor de los damnificados.

El déficit fiscal del 2017 debe ampliarse, excepcionalmente, para apoyar la inversión pública. Las APP no deben parar por ningún motivo y es necesario definir equipos de gestión multidisciplinarios en cada región a fi n de encauzar y garantizar el buen uso de los recursos para la reconstrucción. Si realizar parte de esto requiere nueva base legal, la misma debe ser dada por el Congreso de manera inmediata. Segundo, si la reconstrucción que emprenderemos resulta medianamente efectiva, el 2018 podría ser realmente promisorio en materia de expansión de nuestro PBI. Podríamos ubicarnos en la posibilidad de crecer entre 4,5% y 6% dependiendo de cómo nos encuentre el frente financiero internacional y cómo evolucionen los precios de nuestros metales.

Este salto esperado es el que debe motivar al sector privado a acompañar en la misma dirección a la inversión pública. Aunque el corto plazo es duro, el mediano plazo, a pesar del escaso orden, podría resultar tremendamente aleccionador.

Tercero, más allá del mediano plazo, la mejor oportunidad de esta crisis está planteada a partir de la posibilidad de iniciar – también– la reconstrucción y reingeniería de nuestro Estado. Lo repetimos una vez más, esta calidad de Estado que tenemos es el peor desastre que nos ha acompañado en estos casi 200 años de vida republicana.

Su verdadera reingeniería debe cimentarse sobre las bases de un real y redefinido acuerdo nacional donde participe el frente político, empresarial y laboral del país, y donde se establezcan metas, compromisos, métrica y ‘accountability’ para los próximos 30 años.

Necesitamos un Acuerdo Nacional que fi je políticas de Estado, no el remedo de hoy. La verdad, hemos estado sujetos por muchos años a gobernantes miopes, demagogos y, en muchos casos, corruptos. El efecto del desastre El Niño es solo parte de las consecuencias de ello. Despertemos

Fecha: 28 marzo 2017 | Fuente: El Comercio

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