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José Ricardo Stok, PAD Universidad de Piura

Hemos tenido la oportunidad de escuchar la presentación del presidente del Consejo de Ministros al Parlamento nacional, según está estipulado en la Constitución, y hemos visto y leído los múltiples y variados comentarios al mismo.

Ha sido un largo plan de acción, optimista y hasta ambicioso en logros, detallando lo que se propone ejecutar a corto y mediano plazo. A muchos nos habrá gustado, y también encontraremos opiniones divergentes: a algunos les parecerá que es incompleto, que se olvidó de… que no se precisa cómo hará esto o aquello; otros pensarán que hay cosas que no vale la pena hacer… Es casi imposible contentar a todos, y diría que es sabio no pretender hacerlo, ya que se corre el riesgo de no hacer lo importante y lo necesario.

Así, si recordamos las intervenciones de los señores congresistas, en muchos casos encontraremos pedidos razonables, loables. Qué recomendable sería que todos esos pedidos, y los que seguramente irán ocurriéndoseles, se enlisten, se valoricen y, muy especialmente, se prioricen, distinguiendo entre lo necesario y lo meramente conveniente y, desde luego, eliminando lo superfluo o banal.

Probablemente habrá omisiones en ese plan, seguramente involuntarias. Por eso mismo, es muy importante que estas presentaciones tengan un abanico de lineamientos estratégicos, los grandes objetivos a lograr; inmediatamente, las políticas, es decir, la manera de alcanzarlas y, finalmente, las acciones concretas, al menos las principales. Con las sugerencias de los congresistas, de otros entendidos y gente de buena voluntad, se irán incorporando más acciones. Es decir, se trata de concretar el sueño que mencionó el presidente el pasado 28 de julio, sabiendo que no puede estar todo perfectamente definido, entre otras cosas, porque recién se están tomando las riendas de algo que ahora se ve en su cabal dimensión.

Es razonable que se vayan añadiendo acciones o quitando otras: la vida es rica, y para gobernar ¡hay que contar con los gobernados! Y debemos reconocer que somos muy difíciles de contentar; el conveniente empoderamiento del ciudadano lleva a exigir sus derechos con justicia, pero a veces con terquedad, y otras con necedad y, en muchos casos, olvidando sus deberes…

Conozco bien al señor Zavala, y sé de sus capacidades y, especialmente, de su rectitud y buenos deseos; por eso estoy más que convencido de que hará un muy buen trabajo, ¡pero dejémosle hacer! A veces podrá discreparse por alguna medida (particularmente, yo no termino de ver ese punto menos del IGV), pero entiendo que hay todo un conjunto de medidas que están interrelacionadas, y confío en él.

Confío también en su capacidad para reconocer aspectos a mejorar. ¿Qué más podemos pedir a un flamante Gabinete, de gente talentosa, bien motivada, y muy bien guiada? ¿Cómo no dar un voto de confianza? Ojalá lo demos todos, especialmente quienes tenemos responsabilidades directivas, cada uno de los días, en las mil situaciones de la vida; es esta una ocasión de esas en las que hay que fiarse más de los demás y menos de uno mismo… y guardar en el desván el afán de réditos políticos…

No hay tiempo para perder en discusiones bizantinas; como recitaba Vallejo, “hay, hermanos, muchísimo que hacer”.

Decía también Shakespeare: “hay una marea en los asuntos de los hombres, que tomada en su pleamar, lleva a la fortuna”. Que no se nos pase la buena ola…, si no es ahora, ¿cuándo? ¡Adelante, señor Zavala!

Fecha: 23 agosto 2016 | Fuente: Gestión

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