Skip to content

Por José Ricardo Stok. PAD, Universidad de Piura.

Dios gracias, parece que la naturaleza ha dejado de golpearnos. Literalmente, las aguas vuelven a su cauce, pero ocasionaron mucha destrucción, mucho desorden y, sobre todo, muchas necesidades. Felizmente, el pueblo respondió demostrando tener corazón, coraje y fe. Ahora, los ojos se vuelven hacia la ansiada reconstrucción o —como dijo el presidente— hacia una nueva construcción, mejor que
antes. Esta tarea es una gran oportunidad para el país: expectativa, buenos y nobles afanes y también, seguramente, muchos interesados. También se habla del empuje que esto puede signifi car para la economía nacional. Pero sobre este punto quisiera hacer algunas precisiones.
El economista H. Hazlitt sostiene que: “No existe en el mundo actual creencia más arraigada y contagiosa que la provocada por las inversiones estatales. Surge por doquier, como la panacea de nuestras congojas económicas. ¿Se halla parcialmente estancada la industria privada? Todo puede normalizarse mediante la inversión estatal. ¿Existe paro?…

El remedio es fácil.
Basta que el Gobierno gaste lo necesario para superar la ‘defi ciencia’… Ahora nos limitaremos a señalar
que cuantos gastos realizan los gobiernos son satisfechos mediante la corres pondiente exacción fi scal… habremos de dejar bien sentado que de una manera inmediata o remota cada dóla que el Gobierno gasta procede inexcusablemente de un dólar obtenido a través del impuesto”.

Es claro que el Estado obtiene recursos de la tributación, y si estos no debieran pagarse, los ciudadanos dispondrían de más dinero para gastar o para ahorrar y que ese ahorro pueda ser demandado por quienes tengan proyectos rentables para ejecutar. Y si el Estado deseara financiar esta reconstrucción con deuda pública, solamente estará posponiendo esa exacción tributaria. Tarde o temprano, la pagaremos los contribuyentes. Sin embargo, hay una realidad circunstancial que puede alterar este enfoque.
Se trata del Fondo de Estabilización Fiscal que dispone el Gobierno y que se ha reunido por la venta de activos estatales, concesiones, excedentes presupuestarios, y cuya finalidad es afrontar
crisis macroeconómicas nacionales o situaciones de emergencia por desastres naturales. Es decir, para solucionar lo que nos ha ocurrido. Ciertamente, no se debería disponer de todo el fondo, cercano a ocho mil millones de dólares, pero sí de un porcentaje sustancial. Esto sí podría signifi car un gran empuje a la economía, máxime considerando que se trata de un dinero disponible y que ahora tiene un muy bajo rendimiento. Además, y dado que los contribuyentes terminarán pagando la factura, es recomendable que el sector privado tenga parte importante en el proceso de diseño, ejecución o supervisión, entre otras razones porque el Gobierno no tiene suficiente capacidad para tanto por hacer; con incentivos creativos se puede fomentar su participación. Bien vale aquí lo postulado por Ockham (siglo XIV): “No deben multiplicarse las entidades sin necesidad”. Se requiere celeridad, pero trabajo bien hecho; agilidad y simplificación, pero no improvisación; suficiente autonomía, pero adecuado control, no asfixiante o paralizante.
La solidaridad de los últimos meses no debe cesar. Es tiempo de aportar y colaborar antes que criticar y murmurar. Con una visión positiva y ánimo generoso, esta “una sola fuerza” puede llevarnos a un futuro esplendoroso. Si no es ahora, ¿cuándo?

Fecha: 25 abril 2017 | Fuente: Gestión

También te recomendamos

¡Suscríbete si deseas recibir más información de CONFIEP!


By submitting this form, you are consenting to receive marketing emails from: . You can revoke your consent to receive emails at any time by using the SafeUnsubscribe® link, found at the bottom of every email. Emails are serviced by Constant Contact
Scroll To Top