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Julio Luque, Expositor de CADE Ejecutivos 2015 y presidente de Métrica

Es indudable que uno de los acontecimientos más relevantes de la reciente historia económica del Perú ha sido el crecimiento de la clase media. Entre el 2005 y el 2015, los NSE ABC pasaron del 22.9% al 37.8% del total de la población; más de 1.3 millones de nuevos hogares se incorporaron a este segmento. La empresa privada apostó decididamente por el crecimiento del consumo en este segmento y llegaron millonarias inversiones en productos y servicios diseñados para captar sus preferencias: centros comerciales, supermercados, tiendas por departamentos, desarrollos inmobiliarios, colegios, universidades y clínicas, por mencionar algunos de los sectores más visibles.

Lamentablemente, en los últimos dos años, las nuevas inversiones de las empresas dedicadas a atender las necesidades de esta nueva clase media emergente se han reducido notablemente. Una evaluación superficial podría llevarnos a concluir que la desaceleración económica que estamos viviendo en el Perú es la principal causa para esta reducción. El problema, lamentablemente, es más complejo y bastante más difícil de resolver.

La verdad es que los esfuerzos por modernizar todos estos sectores se han topado con un muro gigante que les impide avanzar: la informalidad. El Perú es uno de los países más informales del mundo; solo 3 de cada 10 peruanos gozan de derechos laborales y seguridad social y, de acuerdo al INEI, solo el 13% de los hogares del Perú recibe el 100% de sus ingresos del sector formal. La informalidad es un freno al avance de la empresa moderna por dos razones. En primer lugar, porque es una competencia desleal. Es muy difícil, por ejemplo, para un supermercado competir contra un mercado, cuando en este último el personal no está en planilla, no se respeta el sueldo mínimo, y en general se evaden impuestos y no se respetan las regulaciones. Por otra parte, esta mayoría de peruanos no son sujetos de crédito para la banca tradicional, lo cual limita severamente su posibilidad de adquirir bienes de alto valor, como inmuebles, automóviles o, inclusive, electrodomésticos.

Si el próximo Gobierno quiere reactivar las inversiones en productos y servicios para la clase media emergente, deberá enfrentar de manera seria y definitiva ese cáncer de nuestra economía que se llama informalidad.

Fecha: 25 noviembre 2015 | Fuente: Gestión

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