Cinco ideas brillantes pueden arruinar su empresa

Vamos a suponer que su empresa está yendo muy bien: su producto tiene aceptación, la competencia no se ve agresiva y tiene bastante caja. Sin embargo, cree que está un poco estancado, que puede hacer más y es hora de actuar. Para no lesionar a nadie, supongamos que leyendo el nuevo libro de un gurú extranjero, asistiendo a un cursillo innovador o escuchando unos consejos radicales. Vuelve usted con cinco ideas brillantes, contundentes:

1. Diversifique su negocio: así no dependerá tanto y podrá reducir riesgos.

2. Incursione en países vecinos: sabe que su producto tendrá muy buena demanda.

3. Aproveche todas las oportunidades: las hay muy rentables y serán temporales.

4. Dé fuertes incentivos a ideas innovadoras y a quienes colaboren en incrementar utilidades.

5. Liste su empresa en Bolsa: si no, nunca estará en las grandes ligas. Y como usted es listo y trabajador, un auténtico ejecutivo, decide ir a por todas: ¡el mundo es de los audaces! Muy bueno eso de diversificar, ya que en otros sectores hay grandes oportunidades, y aunque no se complementan (clavos y software), las ventas aumentan rápidamente: ya no depende solo de su anterior negocio.

En los primeros países que incursionó, Ecuador y Colombia, la venta es excelente, entonces decide ir por más: el gigante Brasil, que vende millones de clavos, y Venezuela, donde probablemente se vendan muchos; además, ha decidido comprar un par de empresas…

Interesantes ganancias hizo invirtiendo en acciones; y no digamos en la compraventa de algunos “commodities”, con operaciones de forwards y swaps: ¡hay que golpear el fi erro mientras esté caliente!

Ahora sigue despertar a su organización, alentándola a encontrar oportunidades y poniéndoles a todos la idea clara de que si contribuyen a las utilidades de la empresa tendrán unos buenos incentivos; la zanahoria es más efi caz que el palo, especialmente para los yuppies.

Ha llegado el momento de la Bolsa: ya es una empresa multinacional, diversificada, innovadora, y con un nuevo edificio corporativo porque ya no se cabe. Además, podrá obtener los fondos necesarios para esta nueva dimensión que va teniendo: ¡es el siglo 21!

Pero… clavos y software tienen mercados diferentes, términos y esquemas comerciales diversos: no puede prestar atención a su negocio principal y este se descuida.

En el exterior, el primer problema fue encontrar directivos que lo entiendan y con los que se entienda; además, no son las mismas reglas en cada país y debe contratar abogados y asesores; para colmo, su actual negocio debe financiar esas aventuras internacionales, y ya no es lo mismo.

El programa de incentivos le está costando un riñón y descubre que se sesgan algunas actividades para mostrar utilidades contables, pero la caja cada vez es más reducida.

Finalmente, está listando sus acciones en Bolsa, pero esto le cuesta más que un riñón: abogados, auditores, asesores institucionales y de imagen, gobierno corporativo y, para peor, las acciones cada vez valen menos. Y de las inversiones especulativas, como fueron un fiasco, no habla.

Como tiene olfato, se ha dado cuenta de que la cosa no camina, el tufillo a quiebra se percibe… y como es listillo, es el momento de pasar a otros el mando, con todos sus honores, errores u horrores. Si la empresa quiebra, los sucesores no habrán estado a la altura, y si por casualidad les va bien, es gracias a su denodado esfuerzo. En cualquier caso será usted un referente, lo entrevistarán, y hasta podrá ser premiado. ¡Qué lindo es ser empresario!

Estimado lector, esto es una parodia un tanto sarcástica, pero suele ocurrir: lamentablemente, conozco algunos casos y no quisiera que se reproduzcan.